Monasterio de la Inmaculada
y de Santa Beatriz
Monjas Concepcionistas O.I.C.
Calle Virgen 66
13600 Alcázar de San Juan
(Ciudad Real)
España
Telf.:
926 540 009
Llamadas de 9 a 13 h.
Horarios de celebraciones
en el Monasterio
SANTA MISA
Invierno :
De Lunes a Viernes
A las 9:00 h.
Sábados, Domingos y festivos
A las 18:00 h.
Verano :
Todos los días a las 19:00 h.
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Nuestro Carisma
La belleza de María Inmaculada nos descubre a todos la belleza y armonía de nuestra creación.
Nos recuerda nuestras raíces santas, de dónde venimos y a dónde vamos, hacia Dios.
Ella, además, nos da la certeza de que la redención de Cristo que a ella la preservó
del pecado original, en nosotros se convierte en fuerza santificante que
nos limpia de él y preserva de caer en otros pecados. Esta es nuestra creencia firme.
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Todo comenzó cuando Santa Beatriz de Silva por orden de la Virgen Inmaculada inició la Orden Concepcionista en el año 1484 y consiguió su aprobación cinco años mas tarde, el 30 de abril de 1489.
Contemplando a Maria, ella logró ser "una gozosa experiencia de Dios en la limpia transparencia del espíritu", y allí, "en el nombre de María Inmaculada" dejó encerrado el secreto de su experiencia espiritual y santidad, para su Orden.
Después de su muerte, circunstancias históricas en el ambiente de reforma de los siglos XV y XVI, cambiaron el modo de ser de la Orden.
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El Concilio Vaticano II con su "vuelta a las fuentes", nos impulsó en Agosto del año 1969 a un grupo de Monjas del Monasterio de Alcázar de San Juan, movidas por el Señor, inician un retorno a la “primigenia inspiración de la Orden”. Apoyó esta iniciativa el Obispo de la Diócesis Mns. Juan Hervás y Benet.
Después de doce años de trabajo y oración, el 25 de Abril de 1981 Mns. Rafael Torija de la Fuente, con aprobación de la Santa Sede, Decreta el comienzo de un “Experimento” de vida Monástica Concepcionista fundamentada en la Bula fundacional de la Orden “Inter Universa”.
Esta Bula la recibió Santa Beatriz de Silva, fundadora de la Orden, el año 1489, profesándola poco después en el lecho de muerte. Dios nuestro Señor recibía la inmolación de su vida transcurrida en intensa oración, silencio, soledad y contemplación del misterio de la Concepción Inmaculada de María, a quién sus ojos habían contemplado extasiada ante su belleza y santidad.
El fervor de su espíritu que, por circunstancias históricas quedó en la penumbra, es el impulso renovador de esta
“Vuelta a las fuentes” que el 8 de Septiembre, Natividad de la Virgen María, de 1996 recibió el DECRETO de su aprobación Pontificia en las Constituciones Generales de la Orden modificadas en el espíritu.
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De la contemplación profunda del misterio de la santidad original de la Virgen Inmaculada, fluye, como de su fuente, el amor, la armonía, la paz, la trascendencia, la no violencia. Fuerza santificante que aglutina y forma nuestra comunidad monástica y nos ayuda a alejarnos del pecado y a acercarnos a la virtud, a Dios.
Y nos hace tomar conciencia desde el silencio de nuestro claustro de nuestra gran misión, que es, mediante la oración, la ascesis y la imitación de la sin pecado y su culto, ayudar a la humanidad a la consideración de sus raíces, que es Dios, a su conocimiento y amor.
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Nuestra espiritualidad de paraíso que es María Inmaculada, nos estimula a vivir el amor divino y el fraterno con intensidad, el cual nos mantiene unidas en la alabanza divina; unidas en el trabajo; unidas en todo acontecimiento, unidas en la fidelidad a Cristo.
Nuestra gran preocupación es crear en el Monasterio el ambiente de paz, de amor, de armonía, de bondad con todas las hermanas.
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En la liturgia ofrecemos al Padre en nombre de la Iglesia la máxima glorificación que el Padre puede recibir en la tierra, por eso la consideramos como encuentro de gracia con Cristo Esposo y hacemos de la propia vida un culto a Dios y del culto un compromiso de vida.
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Coro de la Comunidad
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Por eso desde su ingreso en el Monasterio, a la Virgen le pedirán la gracia de imitarla en su disponibilidad a la acción del Divino Espíritu, en su actitud de “Virgen orante” y fiel “esclava del Señor”.
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El ingreso en el Noviciado ha de ser para la Novicia, la respuesta amorosa de fidelidad a la llamada de Dios y, consecuentemente, ha de abrirse a las exigencias de la gracia que la irá transformando en Él.
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Por ello, la Novicia, mediante la oración, silencio, penitencia, alabanza divina y trabajo tratará de ir conformando su vida con la de la humilde Virgen, ya que su misión en la Iglesia es la de recordar a los hombres nuestro común destino a la santidad, y cooperar con María en la restauración redentora, tanto en la propia alma como en la de los hermanos, de este designio divino universal.
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Por su especial vocación concepcionista, la Novicia pedirá confiadamente a la Madre Inmaculada, que la enseñe y conceda de Dios el conocimiento de la excelencia de nuestro origen santo, y le ayude a fecundar en su alma los frutos de la amorosa redención de su Hijo, imprimiendo en ella por medio de la práctica de las virtudes, poco a poco, pero sin descanso, la imagen de la santidad divina, que es Cristo Jesús.
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La novicia caminará durante toda su formación y durante toda su vida en una búsqueda constante de Dios
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La oblación, por amor, que hacemos de nuestro ser a María Inmaculada, es la que nos introduce en el misterio de su santidad original y, por ello, nos impulsa hacia su veneración e imitación. Oblación y Misterio que quedan enclavados en el centro mismo de nuestra consagración monástica y es nuestra razón de ser.
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Yo, Sor N; N; por amor, y a ejemplo y honra de María Inmaculada, libre y voluntariamente
me consagro a Dios con todo mi ser mediante María, y me comprometo a seguir a Cristo más
de cerca, viviendo la primigenia inspiración de nuestra Orden Concepcionista.
En presencia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y de mis hermanas, en tus manos, Madre N., hago voto a Dios de vivir en obediencia, en castidad, en pobreza y en clausura por toda mi vida (o por... años) a tenor de la Bula Inter Universa, de la Regla y nuestras Constituciones.
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Y me entrego de todo corazón a la familia de este Monasterio y a la Orden para que, con la gracia del Espíritu Santo, la intercesión de la Virgen María, de nuestra Madre Santa Beatriz y de todos los Santos, y la ayuda de mis hermanas, pueda vivir la espiritualidad de la santidad original de María en nuestra vida monástica, y alcanzar la perfección evangélica en el servicio de Dios y de la Iglesia.
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La espiritualidad Concepcionista brota de las entrañas amorosas del Padre , en las que la concepcionista contempla el comienzo de la existencia del hombre creado a su imagen y semejanza para la santidad.
Después del pecado, Dios salva su proyecto creador sobre la humanidad, en María, librándola del pecado original en previsión de la redención de Hijo.
María Inmaculada es el Paraíso para la Concepcionista, donde se adentra y desde donde vive su espiritualidad en los elementos constitutivos de la vida Monástica : silencio, soledad, oración, generosa penitencia, alabanza divina, comunión fraterna y trabajo, para acercar a la humanidad al conocimiento y amor de Dios, evocando con la propia vida, su pensamiento creador sobre el hombre.
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